No hay llegada al consciente sin dolor- Carl Gustav Jung

martes, marzo 23

Historia Introspectiva.



Tras un largo periodo de inactividad tanto mental como espiritual y física, empiezo a sentir como todos los años, un cambio en el horizonte. Sonará extraño e incluso delirante la sensación de muerte-renacimiento que me ocurre todos los años, sin embargo, desde un punto de vista empírico, sí, empírico debido a que es algo que ha ocurrido en mi vida desde que poseo memoria; podría ser un delirio no tan lejano a la realidad.


Recuerdo muy bien que en mi niñez, era un infante de relativa actividad, hacía lo que todo niño hace: jugar hasta altas horas con mis amigos, rasparme las rodillas, divertirme a lo bestia hasta el llamado de mis padres, pero algo ocurría cada invierno y en eso mi memoria no es tan acertada, solamente recuerdo un cierto grado de encierro. Pasaba días en la sala, viendo la televisión, comiendo, armando rompecabezas, completamente solo, mientras mis amigos jugaban afuera, algunas veces me buscaban para invitarme a alguna nueva idea y sin embargo, los rechazaba para seguir en mi encierro. Muchos incluso me creían enfermo en ese periodo pero tan pronto llegaba la primavera salía una vez más a la vida que todo adulto espera de un niño. Algo a lo que soy profundamente grato es al hecho que mis padres; sea en su ausentismo inconsciente o en un desentendimiento de las necesidades psicosociales de un niño menor a ocho años me permitían el encierro introspectivo durante el periodo de invierno.


Mientras crecí, fui haciéndome consciente de estas características tan extrañas de mi personalidad, debido a que las necesidades sociales con sus respectivas obligaciones se convierten en algo de mayor peso llegada la adolescencia. Y sin embargo, mi adolescencia la recuerdo como un letargo profundo; físico, mental, social y espiritual, no era un acto estrictamente consciente y a la vez lo fue, me recluí por una serie de situaciones emocionales confesando abiertamente estar más cómodo solo que rodeado de “amigos”; de esos que de vez en cuando nos encontramos en las calles y decimos un cordial “¿Cómo estás? Pásame tu numero para estar en contacto”, sin interés alguno en la persona, más que nada como responsabilidad fraterna de no dañarse ignorándonos mutuamente.


Esta fase de introspección vacía y digo vacía debido al hecho que no poseía objetivo alguno sino alejarme de todo, de todos, de nada, bloqueando cualquier intento fortuito de descubrirme a mi mismo, aun así alegando conocerme más que la mayoría de los simples mortales, una etapa sin verdadero avance creativo pero si fructífero para la creación de una serie de complejos sociales cuyos fantasmas aun me persiguen cada que me encuentro en una nueva situación en lo mínimo humana.


Ahora que los años han transcurrido, miro hacía atrás viendo todo como un proceso de transformación que aun se encuentra en progreso, aprendiendo a no definirme mediante cualidades o defecto sino citando una frase del cantante brasileño Raúl Seixas; “Prefiero ser una metamorfosis andante, que tener una opinión formada sobre todo”, esta se ha vuelto mi lema, pues tras el letargo sobrevino un despertar lleno de aprendizaje en las distintas esferas de importancia que componen al ser humano. Durante los últimos años, he encontrado refugio importante en filosofías y formas alternativas de espiritualidad, basándome en un principio personal; “Lo que me haga sentir bien”.


Gracias a las técnicas introspectivas que he logrado recolectar de algunas tradiciones, fui haciéndome consciente de varias peculiaridades de mí ser, además de poder lidiar con ellas y, en algunos casos cambiarlas, por supuesto, algunas son más sencillas que otras y estoy seguro que aun existen muchos complejos de gran peso arraigados en mi persona. Actualmente, he tenido la fortuna de sobrevivir a vente y dos inviernos de lo más terribles; digo terribles no por el área geográfica donde vivo o el constante frío, más bien por el estado psicológico en el que me coloco en esa estación. Descubrí que mi “letargo” invernal no es una peculiaridad más a ser superada, sino una condición de espíritu a la cual debo aprender a sobrellevar.


Por ello, he descubierto una necesidad que podría decir, va más allá de lo físico en relación al calor y luz. La primavera pasada inicié una serie de meditaciones enfocadas hacía el arquetipo solar, las cuales me llevaron a un periodo de increíble actividad y bienestar emocional (con el efecto secundario de una megalomanía y narcisismo visto de manera benéfica), esta primavera, planeo algo distinto, he abandonado parcialmente un paradigma que resultó muy fructífero para mi persona y ahora me dispongo a crear mi propio camino, que cubra realmente las necesidades más internas y la base inicial de esta será justamente el astro que; aparentemente rige mi vida desde la niñez.


Esto entra por supuesto en la propuesta de este blog, ya que en los meses siguientes me dedicaré a la investigación, no tanto académica y literaria (aunque si habrá de esta), sino más bien introspectiva y comparativa, por ello cambiaré el “Ódhinn Bléssadur” por un “Ave Deus Sól Invictus”, al menos por el momento, nada estará escrito en piedra en este espacio, nada será una verdad absoluta, sino una realidad relativa que iré desmantelando poco a poco y repito: es mi realidad relativa.


Ave Deus Sol Invictus!


1 comentario:

Mauricio dijo...

Me gustó tu nota, aunque me hubiera gustado leer un poco más acerca de tus inviernos.

Sigue escribiendo, te estaré leyendo cuando pueda ;)

Cuidate "macky" jaja